Un paseo por las nubes en la Reserva Biológica Bosque Nuboso Monteverde
Este bosque, que corona la Cordillera de Tilarán, en la zona norte de Costa Rica, es famoso en el mundo por la gran diversidad biológica que protege y también por promover un modelo de turismo en armonía con la naturaleza
Por Katiana Murillo
Es un día de lluvia en la Reserva Biológica Bosque Nuboso Monteverde. Bancos de niebla penetran entre las copas de robles y encinos, impregnando de pequeñas gotas las orquídeas y helechos arborescentes, convirtiendo los musgos en esponjas de agua y descendiendo al piso del bosque con su frescura.
La reserva fue creada hace 50 años, impulsada por líderes de la comunidad cuáquera asentada en la zona, quienes llegaron en la segunda mitad del siglo XX de Alabama y Iowa, y por expertos del Centro Científico Tropical (CCT), una organización sin fines de lucro con 60 años de generar investigación y propuestas para la convivencia armónica entre el ser humano y los bosques tropicales.
Administrada por el CCT, la reserva cuenta con poco más de 4000 hectáreas, de las cuales 13 kilómetros son senderos abiertos al público. Posee el 50% de las especies de animales y plantas de Costa Rica y cerca del 2.5% de la biodiversidad mundial. El 10% de las especies de plantas y árboles que protege son endémicas; es decir, únicamente se encuentran ahí. Todos los ingresos que generan actividades como el turismo, el hospedaje y la tienda de recuerdos, se reinvierten en programas de protección, investigación y educación ambiental.
Una de sus especies icónicas es el quetzal (Pharomachrus mocinno), el cual sobresale por sus brillantes colores de tonos esmeralda y turquesa, así como una larguísima cola, que en los machos llega a medir hasta 65 centímetros de longitud y con la cual realizan actos acrobáticos para conquistas a las hembras. El quetzal es monógamo en época de reproducción y cada pareja tiene dos crías. Su rango de distribución se extiende desde el sur de México hasta Panamá.
En la reserva permanecen de enero a mayo, que es cuando anidan. Luego migran en junio y julio a zonas más bajas de la vertiente del Pacífico, cuando el clima se torna más severo y el alimento escasea.
En la profundidad del bosque también se escuchan los sonidos de aves cantoras como el jilguero (Carduelis carduelis) y el pájaro campana (Procnias tricarunculatus), los cuales comparten con otros cientos de especies de animales y plantas este pequeño paraíso de bosque tropical nuboso.
Como lo señala Sergio Vargas, uno de los guías de la reserva, oriundo de la comunidad de Monteverde: “La reserva es importante por su gran biodiversidad, es un bosque de los cuales quedan pocos en el mundo, muy vulnerable al cambio climático; alberga cientos de especies de aves y plantas que dependen del ecosistema y el tipo de clima que hay aquí, y también nos brinda trabajo a la comunidad de Monteverde”.
Para la prestigiosa revista de viajes Travel + Leisure, la reserva es también uno de los 55 sitios más bonitos del mundo para visitar.