ENTREVISTA
Del surf a la hotelería: la historia de Federico Pilurzu
Dialogamos con el gerente general del Hotel Cala Luna, quien en el pasado fue un reconocido deportista en las aguas de Tamarindo. De raíces italianas, nos cuenta por qué eligió esta zona para vivir junto a su familia.
POR SEBASTIAN MUZI
“Con mi familia nos mudamos a Costa Rica cuando yo tenía 10 años, y como vinieron también mis hermanos y mis primos, aquí se formó un poco mi vida. Me enamoré de la tranquilidad de Tamarindo, su naturaleza, su gente, su cultura y sus olas. Es un pequeño oasis en este planeta” señala a The Tamarindo News Federico Pilurzu, gerente general del Hotel Cala Luna y ex campeón de surf de Costa Rica.
En una entrevista exclusiva realizada en el restaurante Patagonia del Mar, el hoy emprendedor relata las aventuras que lo llevaron del Viejo Continente hasta esta tierra de pescadores.
-¿Cómo era Tamarindo cuando llegó a la ciudad?
-Esto era un pueblito. No había bancos, no había Internet, sólo una mini escuela en Santa Cruz, otra en Liberia, un teléfono público en la plaza, un par de hoteles y restaurantes y no mucho más. De hecho, lo que más recuerdo es que jugaba con unos seis o siete chicos en Tamarindo, no había más (risas).
-¿Y cómo lo ve ahora?
-Ha estado creciendo mucho todos estos años. Es muy diferente al Tamarindo de antes. De pequeño tenía un caballo y podía ir cabalgando a pelo en la playa porque no pasaba nadie. Había un poco de turismo, sí, pero ahora Tamarindo ya es un destino nacional e internacional. Todo el mundo lo conoce. Es otra dimensión.
-¿Por qué su familia eligió Costa Rica?
-Ellos tenían una empresa que trabajaba por temporada, una heladería, y en invierno se cerraba. Entonces cada invierno en Cerdeña viajaban hacia otros lugares del mundo y les gustaba lo tropical. Escucharon a un amigo que tenía un hotel en Samara, mi papá se dio una vuelta por todo el país y cuando llegó a Tamarindo le encantó. No era tan húmedo como en otras partes del país. Cuando me dijo si me gustaría venir, que tenía playas y todo esto, imagínate… Además, mi papá hacía windsurf, así que para mí fue genial y aprendí el surf gracias a él. Nosotros vivíamos prácticamente al lado del mar y nos pasábamos todo el día en el agua, ya sea haciendo windsurf, buceando, lo que sea. Para ese entonces mi familia había empezado a construir el hotel. Mi abuelo y mi tío eran constructores en Italia, así que importaron los materiales en contenedores y lo abrieron en 1996.
-Entre el surf y la hotelería, ¿qué enseñanzas le dejó cada una?
-Lo importante del surf es tener disciplina y perseverancia, como en cualquier deporte. Si estás 100% enfocado no parás de entrenar, pero no es fácil. En la mayoría de las competencias uno pierde. De unas 80 o 90, ganás 10, y uno se acostumbra a eso. Hay presión, estrés y situaciones complicadas.
-¿Cómo era el surf de Costa Rica en ese entonces?
-Muy amateur. Había un par de chicos, pero recién estaba empezando. No había una buena organización en el país. Mi papá me seguía en todas las competencias y él también vio esa deficiencia. Una vez se realizó un evento profesional patrocinado por la marca QuikSilver, donde un surfista llamado Jeff Booth ganó la competencia y donó 5.000 dólares para que se creara la Federación de Surf. Como mi papá lo conocía, le dijo que sí a esa propuesta.
-¿Cuál fue el mejor momento que recuerda como surfista?
-Hubo varios. Fui campeón nacional, en el circuito profesional gané un par de veces, pero creo que lo más grande fue cuando gané el campeonato centroamericano, el primero en Playa Hermosa y luego en Guatemala. Fue un momento lindo después de tanto sacrificio.
-¿Sigue practicando?
-Sí, pero no compito. Lo hago más como terapia (risas).
-En la página de su hotel hay una frase en la que asegura que Tamarindo es el mejor lugar para aprender surf. ¿Por qué?
-Por varias razones. Las condiciones son muy buenas por las olas, la temperatura del agua y es más seguro comparado con otros lugares. La característica de Tamarindo es que está protegido por la bahía, entonces no hay tantas corrientes y olas tan grandes como en Santa Teresa, que está más expuesta y hay que tener mucho cuidado. En Capitán Suizo casi siempre se puede hacer una lección de surf para los niños, lo cual es genial. Además, muchas competencias se hacen en verano y no es la condición ideal para aprender a surfear porque las olas no son tan grandes y el mar está tranquilo. Solamente es un show de las marcas. Los profesionales practican en condiciones malas y ese es el verdadero entrenamiento.
-¿Cómo fue pasar del surf a la hotelería?
-Tras haber estudiado previamente la carrera de Administración en Huntington Beach, California, pasé a la hotelería en el 2010/2011, cuando tenía casi unos 30 años. Y lo hice ayudando en el bar y otras cosas. Luego de varios años de aprendizaje me metí en la operación.
-¿Es difícil gerenciar un hotel?
-Tal vez lo más complejo es trabajar con la gente y hay muchos tipos de personalidades. Hay que tratar de trabajar en armonía y con un balance entre todos los equipos. Eso es un poco estresante. Después hay temporadas bajas donde por la merma de turistas también estás con estrés.
¿Qué clase de turistas reciben?
-Ha cambiado durante los últimos años, pero llegan muchos de Estados Unidos y Canadá. En cuanto al target, hay muchas parejas y familias, pero también ha llegado mucho turismo de wellness, de bienestar, que busca desconectarse de las ciudades grandes y recargarse para volver. En 2010 se hizo una remodelación grande en los jardines y eso le dio un toque nativo pero salvaje, lo que creó un mini ecosistema en el hotel. Eso a los huéspedes les gusta mucho. Es un turismo diferente al que va a Nueva York o Miami.
-¿El desarrollo de Tamarindo no afectó la armonía que había en el lugar?
-Sí, claro. El desarrollo ha cambiado desde hace unos años atrás. De hecho, la fauna se va alejando del pueblo y se va metiendo adentro. Lo importante es encontrar un equilibrio y no fomentar un desarrollo que destruya todo. Yo he visto en otras partes que hay una explosión de cosas y después se hace el esfuerzo para contrarrestarlas. Si se destruyen los parques y la naturaleza, el turismo se va a ir para otro lado. Hay que tener cuidado con eso.
-¿Lo representan las autoridades que hay en la actualidad?
-Creo que han mejorado mucho. En el pasado ibas a la Municipalidad y le daban permiso a cualquiera. He visto por parte del alcalde más aporte en el tema de los parques. De hecho, habíamos hecho eventos de deportes con las escuelas. Veo que él está más conectado con la comunidad. Mi tía estuvo en ADIT hace casi 20 años atrás y en esa época ya estaban trabajando con el tema de las aguas negras en Tamarindo, se lo veían venir. Lamentablemente con los cambios en la Municipalidad ese proyecto se fue.
-¿Cómo se lleva hoy con ADIT?
-Bien. En general no nos metemos tanto pero sí ayudamos. En el pasado nos involucramos bastante más, pero es un trabajo que demanda mucha energía. No obstante, si hay algo que podamos ayudar, nosotros felices, ya sea con ADIT, otras fundaciones de limpieza de playa, de comunidad, un poco de todo.
-¿Qué proyectos personales o de negocios tiene por delante?
-En el hotel siempre estamos trabajando en mejoras, tratando de crear experiencias y cambios positivos para la gente que viene. Trabajamos mucho con nuestra finca La Senda, donde hay gastronomía, huertas orgánicas y los huéspedes pueden ver cómo se cultiva lo que comen en el hotel. También se llevan grupos a hacer retiros o cenas. Trabajar en La Senda es lo que más me gusta, sobre todo porque es la parte creativa. En cambio, la operativa cansa mucho. Por mi personalidad siempre me gusta innovar, y eso me llena un poco más. Además, lo que hacemos relacionado al wellness tiene mucho potencial porque es lo que necesita la gente. Se sabe que ese sector va a crecer muchísimo por el nivel de estrés que lleva el planeta.
-De hecho, en esa finca tienen un laberinto que es un gran atractivo turístico.
-Sí, claro, y es muy interesante porque el laberinto tiene varios temas que son terapéuticos que los tienen en escuelas, hospitales psiquiátricos, en un montón de lugares porque da un efecto de tranquilidad al caminar en una dirección y luego en otra. Eso te balancea los polos del cerebro y crea un efecto relajante. Están los laberintos donde uno se pierde, que en inglés se les dice maze, y están estos de índole espiritual donde se encuentran en muchas culturas antiguas.