El arte, un bien cultural que nunca pierde su valor
Tamarindo va incrementando su oferta a través de varias galerías y exhibiciones privadas. Cinco artistas de la zona explican el auge del sector.
POR SEBASTIÁN MUZI
Cinco artistas. Cinco historias. Cinco formas de pintar y de ver la vida a través de un lienzo, una madera o de una escultura. Junior Rodríguez, Nayu Chavarría, Malu Moreira, Miguel Espinar y Andrea Raffo son algunos de los responsables del crecimiento del arte en Tamarindo, una zona donde hace una década el sector no estaba desarrollado.
Junior es oriundo de Santo Domingo de Heredia, pero hace 24 años llegó a Tamarindo cuando la ciudad era tierra vacía. Hoy luce con orgullo haber sido el primero en abrir su galería de arte, hace siete años, un primer paso que le dio el empujón a otros artistas para que empezaran también a promocionarse en esta región característica del surf y los atardeceres.
“Yo tengo un arte moderno donde uso elementos personales: pinto sobre el golf, el surfing, los animales, las plantas, la tecnología y la música. Son cosas que me atraen, mis pasiones, entonces los uno y los mezclo en las pinturas”, detalla el pintor, quien tiene obras que van desde los 3.500 hasta los 32.000 dólares.
Vecinos artistas
Frente a su local está el de Malu Moreira, una artista brasileña que vive en Costa Rica desde hace 12 años y que expone sus obras en la galería Vía Condotti. Se define como una artista abstracta contemporánea e inspirada en la naturaleza.
“Tengo mi estudio desde hace unos nueve años y hace dos abrí mi galería en el centro de Tamarindo, donde hay obras confeccionadas en su mayor parte para el encargo, un trabajo exclusivo para el cliente con sus gustos personales impresos en su arte. También contamos con un equipo de diseño de decoración para casas con un aspecto artístico”, señala.
Como su colega, también vende sus obras a los turistas que visitan la zona, pero agrega que ahora hay más gente local que comienza a llevarlas al extranjero. Influye en ello sus trabajos en el Beach Club de Pinilla y una pequeña galería en Península de Papagayo, además de vender en casas de Playa Langosta y Reserva Conchal.
“Uno sabe si es un cliente que quiere comprar porque este pregunta cosas sobre arte y tiene otra visión. Para ellos el arte se valora mucho porque se puede llevar como capital, es algo que nunca pierde su valor” resalta Rodríguez, quien tiene un mercado más europeo y en los últimos seis años ha vendido 300 pinturas a Europa y alrededor de 200 a Canadá, Estados Unidos y la Argentina.
La expansión del arte
“Yo veo un crecimiento en el arte de la ciudad, y para mí es una óptima noticia. Participé del Tamarindo Art Wave hace cinco años atrás y fue un momento espectacular. Ahora siento que ese movimiento está volviendo otra vez y Tamarindo es un foco del buen arte como Junior y otras nuevas galerías” asegura Malu, quien está acompañada en la misma galería por otras dos artistas de renombre: Nayubel Chavarría y Andrea Raffo.
La primera, más conocida en el ambiente como Nayu, cree que la región está viendo florecer el arte como un atractivo más de la zona. Y lo relaciona con el crecimiento de la población, tanto la que visita como la que reside. “La gente no sólo busca decorar sus hogares sino que intenta conectarse con la esencia de nuestro país, específicamente con Guanacaste”, afirma.
En consonancia, Raffo piensa que el crecimiento de Tamarindo y sus alrededores ha creado “más demanda y consciencia artística”, porque “buscan obras que tengan alguna alusión a Costa Rica y a su cautivante riqueza natural”.
Para Miguel Espinar, el quinto protagonista de esta nota, el arte “se frenó mucho como carrera” en épocas pasadas, ya que todo aquel que se volcaba a pintar o crear esculturas “era acusado de problemático”.
“Para mí el arte es terapéutico, porque hacer las líneas en los cuadros me ayudó a ordenarme en la vida. Yo constantemente estoy haciendo algo y me apoyo en todos los símbolos guanacastecos: el árbol, el fútbol, el sol y la gente”, se sincera el autor, que tiene su taller en Tamarindo y su galería en Liberia.
El auge artístico que vive la ciudad se siente en las palabras de cada uno de ellos, pero sobre todo en sus obras, donde los artistas tienen un punto en común: el reflejo de la naturaleza tica y la sensación de tranquilidad que da el famoso “pura vida”.